He tenido discusiones muy fuertes y dolorosas con quien debería compartir la responsabilidad de crianza de mis crías aunque no habitemos más juntos.

Me da mucha tristeza, frustración y furia que se me exija maternar como si no trabajara para cubrir el 98% de las necesidades cotidianas ( y no es el 100% porque excluimos  un fin de semana cada dos y resulta que hay que aplaudirlo) y trabajar como si no maternara para cubrir el 50% de los gastos de pensión porque parece que para la mirada patriarcal eso es muy justo.

En tiempos de confinamiento ha sido doblemente difícil para mí y mis dos retoños pues el trabajo se volvió incierto además de que ellxs sienten a veces que paso demasiado tiempo encerrada trabajando en lugar de estar “como debería” (percepción que se agudiza al no poder estar en la escuela con sus amistades, socializando con más personas, etc. Por lo que ahora es mi completa responsabilidad generar los espacios de recreación, esparcimiento, convivencia dentro del hogar) además de los trabajos reproductivos, de cuidado y productivos (para generar la mitad “que me toca”) y cómo saben también el trabajo político feminista que decido asumir  tan necesario y urgente.

Se me castiga con la mirada y a veces con palabras por estar cansada en los ratos libres, se me compara con las madres que están a entera disposición de sus crías todo el tiempo, se me señala por querer salir a cenar o al cine con alguno amor o amistad o por querer convivir de forma presencial y recreativa con alguna persona adulta que no sea mi madre o mi familia porque cualquiera de esas actividades “le roba tiempo al que debería ser de ellxs”.

La percepción genuina de las criaturas que intento escuchar con oídos amorosos pasa a oídos masculinos externos y entonces se me confronta diciendo que cómo me atrevo a hablar de crianza compartida o exigirle mayor participación si “los mismos niños dicen que nunca estás presente y conmigo te haces la víctima, si no te esfuerzas lo suficiente para ser la madre que ellos necesitan”.

No niego que muchas veces (la mayoría todavía) el corazón se me hace chicharrón, me lleno de culpa, me reviso, me critíco, me exijo más para no fallarles… pero saben qué… En momentos de lucidez, cuando el feminismo llena mi sangre, cuando mis compañeras me recuerdan lo tramposo del patriarcado, cuando las leo y las escucho en sus luchas me recuerdan con fuerza y con deseos indómitos de que cada vez se me olvide menos que la madre que mis crías necesitan es:

  • Una que sea feliz.
  • Que sea libre.
  • Que procure su salud física, mental y emocional.
  •  Emocionalmente disponible siempre aunque presencialmente no sea posible todo el tiempo.
  • Que les enseñe con actos de libertad, resistencia y lucha que el patriarcado no descansa y nosotras tampoco.
  • Que les enseñe que ellos que inician su vida también son hijo e hija del patriarcado y les toca sacudírselo para que puedan mirarme con claridad, mirarse a ellxs mismxs, entre ellxs y al mundo sin juicios, ni estereotipos, ni expectativas que los encadenen.

Por eso busco tiempos para mi, para ellxs, mi familia, mis amigas, mi trabajo, mis amores, mi ejercicio, dejé de fumar (llevo 3 semanas por cierto ahí la llevo). Poniéndome fuerte y sana porque la lucha  es cotidiana y a largo plazo, porque  quiero ser más feliz para mi y para ellxs. Deseando que tal vez puedan caminar y habitar sus vidas de formas mucho  más libres de lo que yo lo he hecho y lo haré con la mía. Les amo Pau y Darío y me amo también a mí tanto como a ustedes.

Así que a las ideas, creencias y expectativas violentas, insostenibles, inhumanas, irreales y fantasiosas de madre perfecta les digo:  #chingatucolapatriarcadopendejo

Y bueno aquí les dejo, ya saben, un paisajito de mi caminata de ayer jueves 28 de enero de 2021 a las 7 hrs. en el hermoso Parque Metropolitano solo para que recuerden que hermosa es la pachamama y que el sol vuelve a salir siempre.